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‘Nuevas Evidencias Científicas de la Existencia de Dios’

La ciencia aporta las nuevas «5 vías» para la existencia de Dios

Santo Tomás de Aquino pensaba que la «revelación natural» era accesible a todas las personas en todas partes y que podía alcanzarse mediante el razonamiento y la observación del universo físico. En cambio, consideraba «revelación especial» el conocimiento que procede de la revelación directa de Dios a través de medios distintos de la razón, como las Escrituras. En este sentido, el conocimiento de un Dios y Creador único era un «prolegómeno para la fe» y estaba al alcance de cualquier ser humano como parte de la revelación natural. De ahí que para adquirir ese conocimiento no sea realmente necesario tener lo que denominamos «fe» (que por ejemplo es necesaria para comprender o creer en la Trinidad de Dios).

La idea de que «se puede llegar al conocimiento de la existencia de Dios» sólo mediante el razonamiento y la observación tiene sus raíces en la Biblia:

Los cielos cuentan la gloria de Dios; el firmamento anuncia las obras de sus manos. El día al día derrama palabras, la noche a la noche susurra conocimiento. No hay discurso, no hay palabras; la voz no se oye; un informe recorre toda la tierra, sus mensajes, hasta los confines del mundo (Salmo 19).

O si lo prefieres en un tono un poco menos positivo:

En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad y maldad de los que suprimen la verdad con su maldad. Pues lo que se puede saber de Dios les es evidente, porque Dios se lo hizo evidente. Desde la creación del mundo, sus atributos invisibles de poder eterno y divinidad han podido ser comprendidos y percibidos en lo que Él ha hecho. En consecuencia, no tienen excusa, pues, aunque conocían a Dios, no le dieron gloria como Dios ni le dieron gracias. Por el contrario, se envanecieron en sus razonamientos, y sus mentes insensatas se oscurecieron. Pretendiendo ser sabios, se hicieron necios (Romanos 1:18-31).
Admito que me gusta el final de este pasaje.

Aun así, algunos escritores de la brillante Edad Media consideraron una buena idea ofrecer demostraciones filosóficas de la existencia de Dios basadas en la lógica. Santo Tomás de Aquino escribió las famosas «Cinco Vías». Francisco Suárez las reformuló y San Anselmo nos dejó su famoso «argumento ontológico». Una sola de las «vías» de Aquino convencerá a cualquier incrédulo de la existencia de eso que llamamos «Dios», y seguramente el argumento ontológico de San Anselmo impresionará a cualquiera que se acerque a él de buena fe.

Sin embargo, desde el siglo XVIII, muchos filósofos ateos han desestimado esos argumentos. (Consejo para los escépticos: ignorar lo que no se acomoda nunca ha sido una buena forma de enfrentarse a la realidad). Otros afirmaron haber demostrado que estaban equivocados. No del todo. En realidad, esos argumentos lógicos son lógicamente indiscutibles, y traerán luz a cualquier agnóstico. … Siempre que el escéptico sea capaz de entenderlos.

Y aquí está la cuestión.

La «Persona Moderna» (permítaseme la generalización) es racionalista pero no le gusta la lógica; es más proclive a la física que a la metafísica; tiene poca paciencia y poca capacidad de atención; es impresionable más que realista. La «Persona Moderna» no parece ser un individuo inclinado a la filosofía. (Me encantaría ver cómo alguien intenta explicar la diferencia entre ens actu o ens potentia o «esencia» y «existencia», o qué es un «trascendental», a un típico Gen Z o millennial).

Por otro lado, la «Persona Moderna» está deslumbrada por la tecnología y tiene en alta consideración a la ciencia y a los científicos hasta el absurdo, y esta «Persona Moderna» se ha tragado el mito envenenado construido durante la edad oscura del racionalismo de que «la ciencia se opone a Dios».

Esto es irónico. La ciencia siempre ha conducido a Dios. (Se podría argumentar que la ciencia fue «creada» por sacerdotes y eruditos católicos mientras construían las primeras universidades). Pero como resultado de todo lo anterior la principal razón actual para abandonar la religión es la percepción de que la ciencia y la fe son contradictorias – según una encuesta realizada en 2014 en Estados Unidos por el Pew Research Center el 82% de los millennials que abandonaron la religión lo hicieron por la percepción de confrontación entre religión y ciencia y el 63% lo hizo «por falta de pruebas.»

Mientras investigaba para mi nuevo libro, Nuevas pruebas científicas de la existencia de Dios, me convencí de que la Divina Providencia ha actuado proporcionando al hombre contemporáneo lo necesario para nuestros tiempos actuales, y así los últimos avances en física, cosmología, matemáticas, química y biología proporcionan las pruebas que, como afirmó Max Planck, «imponen (es decir, requieren lógicamente) la idea de Dios.» Las pruebas científicas actuales a favor de la existencia de Dios son tan abrumadoras que, si se discutiera cualquier otro tema, el consenso sería total y no habría debate alguno.

Así lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica -siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano I- que afirma que se puede llegar con certeza al conocimiento de la existencia de Dios (nº 36): «Nuestra Santa Madre la Iglesia sostiene y enseña que Dios, primer principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza a partir del mundo creado por la luz natural de la razón humana». Y sigue: «El hombre tiene esta capacidad porque ha sido creado a imagen de Dios».

Mientras escribo estas líneas unos meses después de que el libro se publicara por primera vez en España (posiblemente el país más secularizado de Europa) puedo comprobar que estas «Nuevas Cinco Vías» funcionan. Me han sorprendido las decenas de testimonios de personas agradecidas que han abandonado el ateísmo al encontrar esa ideología irracional y sin base en la ciencia y la realidad, y los muchos otros de personas religiosas que ven su fe confirmada y fortalecida por estos avances científicos y que utilizan los conocimientos y argumentos del libro para ayudar a amigos y familiares necesitados de razones adicionales para creer.

Laus Deo.