La razón abierta de un caballero de la fe
8 de marzo de 2023
Vivir como si Dios Existiera - EWTN - Expertos

Vivir como si Dios existiera

Ricardo Calleja, profesor de Ética en el IESE y doctor en Filosofía del Derecho por la Universidad Complutense, ha seleccionado y prologado una serie de textos representativos de Ratzinger/Benedicto XVI en los ámbitos de la ética y la política bajo el título de Vivir como si Dios existiera (Ed. Encuentro), en buena parte referidos a Europa.

De ahí que el libro lleve el subtítulo Una propuesta para Europa. Estas denominaciones nos dicen mucho sobre la esencia de esta obra. Como buen filósofo del derecho, el autor recuerda la cita del principal representante del iusnaturalismo racionalista, el holandés Hugo Grocio en el siglo XVII. Como tantos autores de la modernidad, Grocio no renunciaba al sustrato cristiano, pero apostaba por un modo racional de concebir el mundo, un mundo justo, posible, aunque Dios no existiera. Distinta era la actitud de su contemporáneo, el filósofo Blaise Pascal y su famosa apuesta por Dios: vivir como si Dios existiera. Ello supone una razón abierta, una expresión de Benedicto XVI, a la existencia de Dios, muy diferente a la razón pura, que no tiene otro criterio que ella misma. Desgraciadamente la razón pura es la que ha triunfado en la Europa contemporánea, algo que no es en absoluto incompatible que el emotivismo moral de nuestra época. La consecuencia es que la razón, por decirlo con mis propias palabras, se asemeja cada vez más a un barco encallado. Y ha tenido que ser un pontífice teólogo el que acuda, con su propuesta de razón abierta, en auxilio de una razón varada. Todo ello, sin nostalgia alguna de la Cristiandad política y sin ningún tipo de imposiciones. Con su estilo amable y sencillo, el papa Ratzinger hace en estos textos “una propuesta para Europa”.

Estamos ante un libro para hacer pensar, un libro inspirador para que los cristianos no adopten la opción de replegarse a sus cuarteles de invierno en espera de la llegada de una primavera en la que no tendrían hacer prácticamente nada por sí mismos. Una opción apocalíptica, en el sentido equivocado del término, y que nada tiene que ver con la actitud demostrada en otras épocas históricas. Por ejemplo, la de los primeros cristianos durante el Imperio romano.

Los cinco bloques en que se divide la selección de textos lo dicen todo

Heridos por el deseo de Dios; Dios es Amor; La Verdad os hará libres; Como si Dios existiera; Raíces: Religión, Razón y Política. Vienen a ser una especie de itinerario de la búsqueda de Dios, y en definitiva de Cristo, una Persona y no una idea, tal y como recordó en diversas ocasiones Benedicto XVI. Es frecuente que hoy algunos se pregunten, sobre todo en el caso de España, dónde están los intelectuales católicos. A esos intelectuales les recomendaría que este libro, junto con otros muchos textos del papa Benedicto XVI, fuera un libro de cabecera, una obra inspiradora en la que, desde la erudición, la sencillez y el sentido común puedan dar a la sociedad, más en concreto a las personas que tienen a su lado, razones de su esperanza. Cuando no hay muchos intelectuales en los ambientes cristianos, el cristianismo suele deslizarse hacia el fideísmo, una consecuencia del miedo a la razón, donde no se valora la posibilidad de una razón abierta. Estos textos de todo un Padre de la Iglesia, que será cada vez más reconocido a lo largo del tiempo, son ciertamente una invitación a pensar, pero a la vez son un alimento para la fe.

Hay un anexo en este libro que lleva por título Benedicto XVI: el caballero de la fe, un artículo inédito de Ricardo Calleja, que yo recomendaría a algunos lectores que lo abordaran en primer lugar porque resulta muy significativo para comprender muchas cosas. Fue escrito cuando Joseph Ratzinger era papa emérito y muchos seguían sin entender los motivos de su renuncia. ¿Cómo considerar caballero defensor de la fe a alguien que había optado por el silencio y la contemplación, y que apenas dio a conocer nuevos textos en los últimos diez años de su vida? La idea que se suele tener del caballero, por los tópicos de cierta literatura, va asociada a la del héroe trágico, a la que se refiere el filósofo danés Soren Kierkegaard en su obra Temor y temblor, traída a relación por Ricardo Calleja. Por mi parte, podría añadir que el papel de defensor de la fe lleva a algunos a dar muestras de una arrogancia, inevitablemente trágica, como fue el caso de Enrique VIII, que seguía ostentando la distinción pontificia de “defensor de la fe”, pese a haber originado el cisma de Inglaterra.

Kierkegaard rechaza como modelo al héroe trágico, por muchos cantares de gesta que se le dediquen, y apuesta por el caballero de la fe, cuyo primer representante no fue otro que Abrahán: “nadie hubo capaz de comprender a Abrahán. Con todo, ¡ahí es nada lo que consiguió!: haber permanecido fiel a su amor”. Entregó a Isaac, lo que más amaba, con total resignación, pues tenía la completa certeza de poder recuperarlo.

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“El auténtico caballero de la fe es testigo, nunca maestro; ahí radica su profunda humanidad, tan distinta de esa participación en el dolor y la dicha del prójimo honrada con el nombre de simpatía, pero que, en realidad, no es otra cosa sino vanidad”

No me resisto a transcribir la cita de Kierkegaard en el citado anexo.  Testigo de humanidad, pese a su labor de maestro. Así era Joseph Ratzinger, frente a la imagen distorsionada que ciertos medios de comunicación quisieron transmitir. El auténtico hombre de fe es profundamente humano, y puede comprobarlo quien saboree en profundidad los textos de esta selección. Benedicto XVI fue un caballero de la fe, aunque nunca se puso a sí mismo en primer lugar. Y como bien nos recuerda Ricardo Calleja al concluir este libro: “Un caballero de la fe tampoco se aferraría a la persona de Benedicto. No confundiría el testigo con el Maestro”.

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