Historia y contexto

Con frecuencia hemos escuchado decir que debemos orar para que Europa y América vuelvan a ser dos continentes cristianos; que vuelvan su mirada a Dios en estos tiempos, con un mundo tan secularizado.

Hagamos un poco de Historia. Durante Su vida pública, Nuestro Señor Jesucristo recorrió una buena parte de Israel  predicando, enseñando, sanando, haciendo milagros y viviendo – no podía ser de otra manera – de una forma totalmente congruente con todo lo que decía.

Antes de Su gloriosa Ascensión al Cielo, a Sus discípulos les dio una última encomienda: “Id y predicad”. “Anunciar la Buena Nueva” (el Evangelio). Sus discípulos lo cumplieron fielmente, al igual que los sucesores de ellos y comenzaron a establecer las primeras comunidades cristianas, inicialmente en la propia Israel y después por las áreas circundantes del Mar Mediterráneo, para después establecerlas en el norte de África, el sur de Europa y el oeste de Asia.

Con el paso de unos pocos siglos, el cristianismo siguió creciendo hasta abarcar casi la totalidad de Europa, no así en el llamado Oriente Medio debido al establecimiento del Islam.

El primer cisma en la Iglesia fue producido por la iglesia griega (Iglesia Ortodoxa), mismo que, como se dijo en el tema relativo, se debió más a causas políticas que doctrinales.

En el Siglo XVI volvió a fragmentarse la Iglesia fundada por Cristo cuando Martin Lutero (este sí por causas doctrinales) rompió con el papado. El problema mayor es que Lutero y sus sucesores dejaron de considerar a Cristo como Dios, rechazaron la Confesión y la Comunión y consideraron que nuestra Madre Santísima (María) no era digna de veneración. A partir de esa supuesta “reforma’ se crearon otras creencias que comenzaron a “reformarse” unas a otras por lo que en la actualidad hay más de 100 denominaciones “cristianas” y “bíblicas”. Lo que es peor, se crearon diversas sectas. Total, una fragmentación del Cuerpo de Cristo, contrario a lo que Él mismo le había pedido a Su Padre cuando dijo: “Que ellos sean uno solo, como Tu y Yo, Padre, somos Uno”.

Durante Su vida pública, Nuestro Señor Jesucristo recorrió una buena parte de Israel   predicando, enseñando, sanando, haciendo milagros y viviendo– no podía ser de otra manera – de una forma totalmente congruente con todo lo que decía.

Actualidad. Cuando más es menos y menos es más.

Es nuestro sentir que, a partir de ese siglo mencionado, Europa (y con ella la recién descubierta América de parte de los europeos) también comenzó a fragmentarse. Es en ese momento que comenzó la descristianización de ambos continentes. Un hecho igualmente lamentable le dio otro terrible golpe a nuestra Fe. Mencionamos al mal llamado “siglo de las luces” que se inició con la Revolución Francesa del Siglo XVIII y que dio paso al ateísmo más radical y peligroso que ha enfrentado la Humanidad.

Llegamos a nuestro siglo XXI de tantas “libertades” y “derechos”, donde claramente se han corrompido esos dos conceptos, simplemente por excesos, si bien se debe más a un plan preconcebido que se originó desde la infame “Revolución Cultural” de la sexta década del siglo pasado y de la cual también hemos mencionado en temas anteriores.

Entonces, ¿Qué tenemos en estos siglos de tanta modernidad y tantos avances tecnológicos y científicos, pero de tanto retroceso en los valores y en la ley moral? Nuevamente, la descristianización de los países occidentales.

Con todo lo expresado en los párrafos de arriba, es verdad que urge – necesitamos – re-cristianizar a esos países y debemos de armarnos, no para una confrontación violenta, sino para lograr ese propósito. Entre varias “armas”, contamos desde luego con la oración, pero también es necesario volver a anunciar el Evangelio. Todo debe partir de nuestro testimonio y nuestro ejemplo. Comenzar en el núcleo familiar (el germen de toda Sociedad) pues hemos experimentado que la generación de los llamados “milenarios” han exigido muchos derechos, pero sin obligaciones ni responsabilidad alguna. Los padres de esos niños y jóvenes han querido darles todo y a veces han hecho hasta lo imposible para satisfacer esos deseos.

Comencemos por inculcar en ellos el espíritu de solidaridad – en el buen sentido de la palabra – que incluye obviamente la caridad. Despojarnos, y despojarlos, de toda clase de egoísmo.

Aprovechemos también los poderosos medios de comunicación, desechando todo aquello que es negativo y que, a ciertos individuos, poderosas Empresas y Gobiernos les permite “bombardearnos” con ideas totalmente opuestas a nuestras creencias, sobre todo las religiosas.  

La nueva evangelización – a ello se refería el Papa Francisco – no es solamente la tarea de los religiosos y las religiosas. También los laicos debemos esforzarnos en ella.

Disculpen porque somos tan reiterativos. Comencemos en nuestro propio hogar e igualmente, aprovechemos la “Internet”. ¿Qué porcentaje de hombres y mujeres de todas las edades no tiene un celular, una tableta o una computadora? Evangelicemos de una u otra forma utilizando esa que también es una excelente “arma”. Ya muchas personas y grupos lo han hecho. Investiguemos en la propia “Internet” cómo pueden hacerlo los que no están en ese ideal tan noble y re-cristianicemos a Europa y América. Ello no puede ser una utopía más. Contamos con la ayuda de Dios.

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