Memorial
BENEDICTO XVI

Damos comienzo a este Memorial de Benedicto XVI con un regalo.
Un magnífico álbum fotográfico para compartir con familia y amigos con un resumen de su vida y los hechos más destacados de su pontificado.

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 «Benedicto XVI: Un papa al servicio de la verdad»

En el libro descubrirás la vida en imágenes de Joseph Ratzinger desde su nacimiento hasta su elección como Papa. También los hechos más destacados de sus 8 años como Sumo Pontífice de la iglesia. No te pierdas este bonito recuerdo.

 

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Accede aquí al legado de Benedicto XVI

Benedicto XVI nos deja un magisterio admirable y decisivo, con unas homilías muy inspiradas, con tres encíclicas, dos sobre el amor y la tercera sobre la esperanza, más tantos otros documentos que vale la pena revisar y repasar. Aquí podrás encontrar todo reunido el legado de quien fuera el Guardián de la Fe cuando era Prefecto de la Congregación y se convirtió durante el pontificado en el Papa del Amor y la Esperanza. 

Oración para la Devoción Privada a Benedicto XVI

 

Como hijos de la Iglesia debemos rezar y pedir a Dios el descanso eterno en el Cielo del Papa Benedicto XVI, fallecido el 31 de diciembre de 2022, a los 95 años en Roma.

Como testigos de su entrega generosa a Dios y sabiendo que sus últimas palabras fueron ‘Señor, te amo’, también podemos pedir privadamente su intercesión ante el Señor por nuestras necesidades, con la oración publicada para la devoción privada, en conformidad con los decretos del Papa Urbano VIII, que no tiene finalidad alguna de culto público.

Se señala que las gracias concedidas, que fueran atribuidas a la intercesión del Papa Benedicto XVI deben ser comunicadas al Vicariato de Roma, con una carta escrita a la siguiente dirección:

Emmo. Sr. Cardenal Vicario para la Diócesis de Roma
Piazza di S. Giovanni in Laterano
6, 00184 Roma RM, Italia.

A continuación la oración, que debe ser razada en privado:

Dios Todopoderoso y eterno, que inspiraste en el corazón de tu siervo, el Papa Benedicto XVI, el sincero deseo de encontrarte y anunciarte, haciéndose un humilde “Cooperador de la Verdad” y ofreciéndose como siervo, para Cristo y para la Iglesia.

Haz que también yo sepa amar a la Iglesia de Cristo
y pueda seguir en mi vida las verdades eternas que ella proclama.

Dígnate, Señor, glorificar a tu siervo, el Papa Benedicto XVI y concede, por su intercesión, la gracia que ahora te pido (hágase el pedido).
Amén.

Completar rezando el Padre Nuestro, el Ave María y el Gloria.

Testamento Espiritual de Benedicto XVI

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Publicado el documento redactado por el Papa emérito el 29 de agosto de 2006.
Benedicto PP XVI

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien.

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.

 

(Traducción no oficial)

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