El mes de julio: Un llamado a honrar la Preciosísima Sangre de Cristo
2 de julio de 2025

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Cada año, el mes de julio es consagrado por la Iglesia Católica a la Preciosísima Sangre de Cristo, un acto de devoción profundamente significativo. Sin embargo, muchos católicos desconocen el origen de esta celebración que honra uno de los más grandes misterios de nuestra fe. Este mes tiene su raíz en un voto hecho en tiempos difíciles, un acto de fe que ha trascendido generaciones. A continuación, exploramos la historia de esta festividad y cómo la devoción a la Sangre de Cristo sigue impactando a la Iglesia.

«La Preciosísima Sangre de Cristo es un símbolo eterno de sacrificio, redención y esperanza, que sigue fortaleciendo nuestra fe hoy más que nunca.»

El origen de la festividad: un voto en tiempos de exilio
La historia de la devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo se remonta al siglo XIX, durante el pontificado del Beato Papa Pío IX. En aquellos tiempos, el Papa se encontraba exiliado en Gaeta, Italia, debido a la ocupación francesa de Roma durante la primera guerra de independencia italiana. Fue en ese contexto histórico, en medio de las dificultades y las amenazas, que el Papa Pío IX, acompañado por Giovanni Merlini, un líder de los Padres Misioneros de la Preciosísima Sangre, recibió una propuesta de voto. Merlini sugirió que, si el Papa regresaba sano y salvo de su exilio, debería prometer establecer una fiesta dedicada a la Preciosísima Sangre en toda la Iglesia.

El Papa Pío IX, aunque no consideró necesario hacer un voto formal, tomó rápidamente la decisión de extender la fiesta a toda la cristiandad. El 30 de junio de 1849, en un acto simbólico durante uno de los momentos más difíciles de su pontificado, el Papa instituyó la fiesta, y a partir de ese día, el primer domingo de julio se convertiría en la fecha oficial para conmemorar la Preciosísima Sangre de Cristo. Esta fiesta fue una muestra de fe y esperanza, una expresión de la victoria sobre la adversidad a través de la Sangre de Cristo.

El desarrollo de la festividad en la Iglesia
A lo largo de los años, la celebración de la Preciosísima Sangre de Cristo continuó ganando relevancia. En 1914, el Papa Pío X trasladó la fiesta al 1 de julio, una fecha en la que se unió más fuertemente a la liturgia del mes. En 1934, el Papa Pío XI elevó la fiesta al rango de solemnidad, un reconocimiento a su gran importancia dentro del calendario litúrgico de la Iglesia.

Sin embargo, con los cambios post-concilio Vaticano II, la fiesta de la Preciosísima Sangre desapareció del calendario litúrgico universal, aunque se permitió la celebración de una Misa votiva en honor a la Sangre de Cristo durante todo el mes de julio. Aunque esta festividad ya no se celebra de manera obligatoria en todos los países, sigue siendo de especial importancia en Tierra Santa, donde se ha mantenido viva la tradición con una autorización especial para celebrarla.

La relevancia actual de la fiesta
El mes de julio sigue siendo un tiempo dedicado a la meditación y veneración de la Preciosísima Sangre de Cristo. Esta devoción nos recuerda el sacrificio supremo de Jesús, quien derramó su sangre para la redención de la humanidad. Como católicos, esta festividad nos invita a reflexionar sobre el valor infinito de la Sangre de Cristo y su poder sanador en nuestras vidas.

Además, en mayo de 2024, el Papa Francisco aprobó un milagro atribuido a la intercesión de Giovanni Merlini, el mismo hombre que inspiró la fiesta de la Preciosísima Sangre. Este milagro refuerza la conexión espiritual entre la devoción a la Sangre de Cristo y la vida de aquellos que han sido llamados a promover esta causa. La beatificación de Merlini, un paso más en su camino hacia la santidad, reafirma la importancia de esta fiesta en la historia de la Iglesia y su relevancia para los fieles hoy en día.

La celebración del mes de julio como un tiempo dedicado a la Preciosísima Sangre de Cristo no es solo un recordatorio del sacrificio de Jesús, sino también una invitación a renovar nuestra fe en el poder redentor de su sangre. A lo largo de los siglos, esta festividad ha sido una fuente de esperanza y fortaleza para los católicos en tiempos de dificultad, y continúa siendo una piedra angular de nuestra vida espiritual. Que este mes de julio nos inspire a vivir más profundamente el misterio de la Cruz y la resurrección a través de la Sangre de Cristo.

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