Ama como Dios ama

El amor a los enemigos como mandamiento del Señor

No hace mucho le preguntamos a una respetable damita si era muy difícil amar a alguien con quien no simpatizamos, o a los que no simpatizan con nosotros. Ella contestó: “Sí, bastante”.
¿Cuántas veces se han escrito reflexiones sobre la palabra mágica, “amar”? Muchas, pero siempre será insuficiente.
En el santo Evangelio, Nuestro Señor habla sobre el amor perfecto, tan difícil para la mayoría de las personas, y Él nos decía – y nos sigue diciendo: “Amen a sus enemigos, oren por los que los persiguen, bendigan a quien los maldice”. Y luego agregaba: “Traten a los demás como quieran ser tratados, pues
si aman sólo a los que los aman, ¿qué mérito tienen?”.

Como todo lo que dijo e hizo Nuestro Señor, esas palabras son asombrosas y extraordinarias, además de un perfecto ejemplo a seguir, con todo y que nos puedan parecer irrealizables.

Vivir el amor al prójimo y perdonar

Así es que, como se indica en el encabezado de este tema, si queremos amar a Dios como Él nos ama, debemos seguir Su enseñanza.
En primer lugar, debemos entender y aceptar a las otras personas, con todo y que tengan sentimientos de ira, agresividad y, en ocasiones, de venganza. ¿Acaso nosotros somos perfectos? (Esto nos recuerda otro pasaje del Evangelio donde Cristo mismo nos habla de una Parábola para relatar que dos personas
estaban en el Templo. Uno, colocado de pie, le decía a Dios que cumplía con todos los preceptos de la Ley. El otro, arrodillado y sin atreverse a levantar el rostro, le decía que tuviera misericordia de él, pues era un pobre pecador. ¿Quién salió justificado del templo?).
Volviendo al tema, es necesario decir que se hace más daño el que insulta o agrede que el agredido. En cierta forma, nos podemos sentir heridos por el odio que el otro nos muestra, pero lo malo es guardar para siempre un resentimiento que no nos permite vivir en paz… por lo que necesitamos perdonar. Eso
puede llevarnos un tiempo y perdonar no significa que de inmediato se arreglan las cosas o que se pueda reparar el daño que nos han hecho en el mismo momento en que perdonamos. El perdonar es, sobre todo, un mandato de Cristo Nuestro Señor, pues Él nos dice claramente; “Si ustedes no perdonan,
tampoco Mi Padre Celestial los perdonará a ustedes”.
Para finalizar – hay que repetir que los temas dan para mucho más – recordemos lo que en una ocasión dijo la Madre Santa Teresa: “Dar, dar hasta que duela”, y dar es el acto sublime del amor.