El aborto

​El Papa Emérito Benedicto XVI acuñó una frase que se refiere a “la Dictadura del Relativismo”. Es decir, aquellas ideas que nos quieren imponer, a las buenas o a las malas, para indicarnos que debemos vivir lo “políticamente correcto” y hasta se nos dice que el bien y el mal son subjetivos.

Una de las manifestaciones de ese tipo de dictadura es el aborto provocado. Se dice también de forma equivocada y en apoyo al “relativismo” que la mujer tiene derecho al aborto porque “se trata de mi cuerpo”, cuando un ser en gestación no forma parte del cuerpo de ninguna mujer, aunque durante cierto tiempo permanezca dentro de su vientre. Ese nuevo ser no es un apéndice o un órgano de la mujercita, como lo son las manos, los pies, el pulmón, el hígado o el páncreas. Es un ser distinto, único e individual, dotado de genes que ha heredado del padre y de la madre. Un ser pensado por Dios desde antes de la creación del universo entero. Un ser que también fue dotado de un alma desde el momento de la concepción (la unión del espermatozoide con el óvulo).

Un ser que fue desalojado de su “primer hogar” (el único que tuvo) de forma espantosa e inhumana.

Con el aborto provocado, se truncan los planes de Dios, dado que es un procedimiento para acabar de manera cruel y cobarde con ese ser que pudo haber sido un hombre o una mujer en beneficio de la Humanidad. Un ser que debería traer alegría y agradecimiento a la mujercita que lo alberga en su vientre y al hombre que contribuyó en su gestación – sin que de por medio se ejerciera la violencia. Un ser que fue desalojado de su “primer hogar” (el único que tuvo) de forma espantosa e inhumana.

Debido a una violación, al incesto o a una deformidad genética, las personas suelen pensar que el producto de esos actos tan atroces y del todo condenables no debería nacer. Pero un crimen no se remedia con otro crimen. Un error no se borra con otro error.

Pero, no todo es negativo. Hay en los Estados Unidos – y en muchos otros países del mundo – grupos y centros en apoyo a la mujer embarazada que tiene la intención de abortar. Ellas reciben ayuda emocional, espiritual y material para que desistan de esa idea e inclusive, en lugar de abortar, den en adopción al hijo o a la hija. Todo mundo tiene derecho a nacer. Ese es el primer derecho y sin él, no existe ninguno otro.

Finalmente – el tema da para muchísimo más – el aborto ha llegado a ser en nuestros tiempos una “industria” con utilidades tan solo comparables con el tráfico de armas, de personas o de drogas.