El amor maduro

En varios temas se ha escrito sobre esa palabra tan maravillosa y hermosa que es el amor, pero al mismo tiempo – se ha dicho anteriormente – la más mal interpretada y no bien entendida.

Por otro lado, si bien en esta ocasión nos vamos a concentrar en el amor entre una mujer y un hombre – novios o casados – igualmente el amor se tiene hacia padres, hermanos, hijos, amigos y otras personas que no guardan parentesco con nosotros, cercanas o lejanas.

Antes de entrar en el tema, cabe señalar que el actual movimiento feminista se ha manejado de una manera totalmente equivocada.

Es una verdad absoluta que la mujer y el hombre tenemos la misma dignidad por ser creaturas de Dios. La mujer no fue creada para ser “esclava” del hombre, ni mucho menos. Esta es una posición “machista” de algunos hombrecitos que no comprenden, o no quieren comprender, que la mujer nos merece todo respeto y admiración.

La mujer es la parte más hermosa de la Creación. TODOS hemos nacido de una mujer – se mencionó anteriormente. Por estas dos razones fundamentales, la mujer debe ser amada, respetada y protegida (aunque se molesten algunas “feministas”).

Igualmente, la mujer tiene los mismos derechos civiles que son fundamentales y en ello estamos de acuerdo en todos esos movimientos que a lo largo de los últimos 200 años se han emprendido a favor de esos derechos para la mujer. Lo malo es que, el actual movimiento feminista ha sido manipulado por los socialistas radicales como pretexto para promover el odio y la violencia, lo que distingue a esa corriente ideológica y algunas feministas han llegado al extremo de pretender que no necesitan de ningún hombre. Por obvias razones, eso es un absurdo debido a que se requiere de un hombre y de una mujer para que la obra de la Creación siga teniendo vigencia.

Cuando hablamos del amor maduro, nos referimos a la etapa en que, por medio de la atención, el cuidado y la preocupación del hombre por la mujer y de la mujer por el hombre, una relación amorosa ha dado fruto y se ha consolidado.

Cuando hablamos del amor maduro, nos referimos a la etapa en que, por medio de la atención, el cuidado y la preocupación del hombre por la mujer y de la mujer por el hombre, una relación amorosa ha dado fruto y se ha consolidado.

Sin duda alguna, para alcanzar esa etapa, se presentó una serie de problemas – de más o de menos – mismos que, precisamente debido a la madurez, se fueron solucionando o por lo menos fueron disminuyendo. Con ello no estamos diciendo que se acabaron los problemas y que, como en el final de las historias románticas, “vivieron felices para siempre”. Pero, en la etapa del amor maduro, dentro de una relación efectiva y positiva, se puede vivir de esa manera.

Ahora bien, cabe una serie de preguntas; la primera de ellas dirigida primordialmente al hombre: ¿Cuándo fue la última vez que le regalaste una ramo de flores a tu mujer? Y otra pregunta, dirigida a ambos: ¿Cuándo fue la última vez que fueron solos al cine o a bailar, o compartieron juntos un maravilloso atardecer?

Sabemos que en esa relación amorosa hubo hijos a quienes se les dedicó – o se les sigue dedicando – atención y cuidado, por lo que, debido a esa hermosa responsabilidad, en ciertas ocasiones parecía imposible que tuvieran esos momentos “de romance”, como seguramente los hubo en la época del noviazgo o de recién casados.

Es por ello que, para finalizar, debemos hacer otra pregunta – que ya se hizo en un tema anterior sobre el amor y que la dirigió un hombre a otro hombre cuando se escribió el Antiguo Testamento: “¿Vas a despreciar a la esposa de tu juventud?”.

Sobre el amor que no es inherente al noviazgo o al matrimonio, se ha hablado, precisamente, en diversos temas anteriores. Volvamos a repasarlos.