Fieles a su costumbre, con honrosas excepciones, los modernos medios de comunicación siguen siendo bastante irreflexivos. En otras ocasiones hemos escrito sobre el particular. A esos medios solamente les interesa lo negativo, escandaloso y morboso. Eso es lo que “vende”.
Obviamente, esto tiene consecuencias trágicas, especialmente para los jóvenes de hoy en día – y hasta para los que ya no somos tan jóvenes.
Pero hay algo peor. Eso parece tan normal y “suavizado” que las noticias proporcionadas por esos medios nos hacen parecer que todo es “normal.”
A medida que las catastróficas consecuencias del irreflexivo uso de los medios de comunicación social – especialmente pero no circunscrito únicamente para los niños y adolescentes – se difunden de forma acelerada, nos damos cuenta que es este es un problema más profundo que nos afecta a todos, sea la edad que sea.
Pero lo más doloroso es que dicho problema no es considerado como tal, sino como algo que “debemos” conocer, especialmente si son problemas que están encubiertos por actitudes y practicas comunes de las que la mayoría de la gente ni siquiera las nota.
Es común que nosotros mismos le demos la espalda a los acontecimientos que suceden en nuestro ambiente familiar y social, lo que ha creado una hendidura – ¿podríamos mejor decir un gran abismo? – que nos ha quitado la atención y el enfoque de lo que verdaderamente es importante en nuestras vidas.
Prestar atención y enfocarnos en las cosas y personas a nuestro alrededor. Una atención que debe ser adecuada y que nos permita enfrentar los problemas en lugar de evadirlos
Así, nuestras relaciones con los que están más cerca de nosotros – y aun aquellos que están alejados – son los que, junto con nosotros mismos, sufren las consecuencias, sin que siquiera nos demos cuenta que hay asuntos más serios e importantes.
Santo Tomas de Aquino nos dice en uno de sus escritos, refiriéndose a Nuestro Señor Jesucristo que “nada lo distraía pues siempre estaba consciente de lo que acontecía a Su alrededor y de las multitudes que lo seguían”. El santo nos advierte además que esta declaración podría ser malentendida o distorsionada, pero –agrega el Padre y Doctor de la Iglesia – Jesucristo era lo suficientemente maduro como para darse cuenta de lo que una persona a su lado o de lo que muchas personan decían o pensaban.
Lo mismo deberíamos hacer nosotros: prestar atención y enfocarnos en las cosas y personas a nuestro alrededor. Una atención que debe ser adecuada y que nos permita enfrentar los problemas en lugar de evadirlos o hacernos los desatendidos.
Bajo el pretexto que debemos enterarnos de lo que “necesitamos” conocer, todo esa “basura” más bien nos distrae de lo que verdaderamente es importante: salvaguardar nuestros valores y actuar como verdaderos cristianos interesados en el prójimo.
La mayoría de las veces los textos, mensajes y “correos electrónicos”, junto con todo aquello que nos “bombardean” los medios de comunicación, escrita o escuchada ante un televisor, son modos de propagar ideas que son irrelevantes o, peor aún, que hacen daño a quienes las leen o escuchan.
La noción de madurez de la que hablaba Santo Tomas de Aquino nos debe llevar al corazón humano y, en cierto sentido, a renovar nuestra propia vida espiritual.
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