La fe como camino

A Santo Tomás de Aquino se le atribuye la siguiente frase: “Para una persona con fe, ninguna explicación es necesaria. Para una persona sin fe, ninguna explicación es posible”. Es un resumen del artículo 5, la respuesta a la objeción 1 de la Suma (II-II).

La fe es un camino que se recorre a lo largo de nuestra existencia, un camino en donde no podemos detenernos, ni mucho menos retroceder. Es un camino que siempre va hacia adelante, con tropiezos y caídas, pero también con la experiencia de que Dios siempre nos está animando, “pues Su fragilidad nos ha fortalecido”, escribe San Pablo.

En este caminar hay una sutil referencia al misterio de la conversión que se produce cuando el hombre tiene un encuentro personal con Dios. Él nos permite pensar a la luz de la novedad absoluta del Evangelio y también nos permite cambiar nuestra vida, por Su gracia. El camino que se comienza a recorrer es una imagen del misterio de la fe, en el que pudieron existir distracciones, desviaciones y caídas provocadas por la debilidad y la condición pecadora de los
humanos.

Además, estamos expuestos al mal; el tentador (es decir, Satanás) nos adula, nos engaña y nos hace dudar del amor de Dios. Pero la luz de la fe nos ayuda a ser pacientes con nuestras miserias y a no dudar del amor de Dios, mirando el signo que el Señor nos ha ofrecido en Su Hijo.

Adoremos y reconozcamos, con el don de la fe, el misterio de Dios que se ha hecho visible en la pequeñez, la fragilidad y la sencillez del niño Jesús en el pesebre de Belén.

Conclusión

Junto con la Fe, debemos ser personas de oración y ejercer la caridad. Orar, aunque “no nos nazca”, o en ocasiones sintamos que aparentemente es inútil, nos sirve para estar en constante comunión con “ese Niño frágil”, al adorarlo, bendecirlo y glorificarlo.

A través de la Caridad, le estamos mostrando también nuestro agradecimiento. La caridad comienza con uno mismo. Es necesario decirlo: si no nos amamos a nosotros mismos, ¿cómo podremos amar a los demás? Amar a Dios, amarnos a nosotros y amar al que está a nuestro lado – e inclusive al que está
más distante. Amar a nuestro cónyuge, a nuestros hijos, padres y hermanos, así como a todos los seres humanos, es el mayor acto de caridad.

La caridad no solo se ejerce – aunque es muy importante – dando dinero al que lo necesita. También se lleva a cabo socorriendo sus necesidades, acompañando al que está solo o abandonado, dando ánimo y apoyo moral y emocional al que más lo necesita. Igualmente, se demuestra tomando en consideración los sentimientos del esposo o de la esposa, prestando atención y cuidando de los hijos, apoyando al hermano, obedeciendo y respetando a nuestros padres… hay muchas maneras.

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