La búsqueda sincera de la justicia lleva al esfuerzo por mejorar las leyes, perseguir a los culpables, defender a los inocentes, promover los derechos de todos.
El mundo ha estado y está ahogado por la injusticia. Ante tanto dolor, ante las lágrimas y la angustia de los inocentes, miles y miles de personas luchan heroicamente para perseguir a los culpables, para rescatar a las víctimas, para compensar, en la medida de lo posible, los daños.
Pero los mejores esfuerzos no siempre llegan a resultados concretos. Por eso, miles, millones de personas, sufren a causa de injusticias atroces que se prolongan por
¡ meses y por años.
La idea de justicia exige que, de algún modo, los buenos sean rescatados y reconocidos, sean atendidos en sus deseos sanos, y que los malos sean castigados y corregidos en la medida de sus perversiones y miserias.
Sin Dios, la idea de justicia queda truncada e incompleta. No podemos suponer que el mundo estuvo tan mal hecho que permitió a unos gozar a costa de los pobres mientras
que otros eran pisoteados y humillados en sus derechos más elementales.
La idea de justicia nos lleva a elevar los ojos hacia Dios y a esperar en una vida eterna que “arregle” lo que en la Tierra no pudo ser reparado. Sólo si Dios existe es posible
dar sentido pleno a la existencia humana y a los ideales irrenunciables de justicia.
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