Nosotros los católicos sabemos que estamos conformados de materia y espíritu, y definitivamente ambos aspectos no pueden ser divididos en secciones o categorías.
Igualmente, nosotros creemos que Cristo Nuestro Señor es verdaderamente Dios y verdaderamente Hombre.
Ciertamente muchas herejías han intentado hacernos creer que materia y espíritu son dos entes separados y ajenos, o que Cristo no tiene dos Naturalezas. Otras herejías dicen que el cuerpo es algo que fue creado por un espíritu maligno, e incluso, algunas de esas herejías niegan por completo la existencia del alma pues – argumentan – no se puede creer en algo que no se ve o no se toca (en una reflexión anterior leímos que la Fe consiste en ver con los ojos del alma lo que no pueden ver nuestros ojos, lo que para nosotros es una muy buena definición).
Ya en el segundo siglo de la Era Cristiana, los gnósticos (palabra griega que significa “conocimiento”) decían que el mundo fue creado por un dios, según ellos inferior al Dios Supremo, y que Cristo fue un emisario de ese Dios remoto. Desde luego, en un Sínodo (reunión periódica de los Obispos) esa “doctrina” fue proclamada como herética.
En nuestra época actual, súper individual y tan inclinada únicamente al materialismo, se tiene la tendencia a, por un lado, negar la existencia de Dios y, por otro lado, tratar de darnos a entender que el ser humano solamente está compuesto de un cuerpo.
Otra herejía fue la que trataron de imponer los llamados Docetistas (de otro termino griego que significa “aparentar”), que también vivieron en los primeros siglos de nuestra Era y que mezclaron vagas creencias griegas y orientales. Estos herejes intentaron hacer creer que Cristo era una especie de “fantasma” y, por lo tanto, que su sufrimiento tan solo fue “aparente”.
En el Siglo IV, un Obispo de Alejandría (Egipto) llamado Arrio, proclamó una doctrina en contra de la Santísima Trinidad, por lo que también fue excomulgado y juzgado como hereje.
Mucho de nuestro actual “ambiente cultural”, lo que venimos leyendo y escuchando desde hace por lo menos 60 años, en cierto modo es una herejía moderna. Con frecuencia nos hemos preguntado, ¿Cuál es la diferencia entre aquellas doctrina heréticas y la mayoría de las religiones del Protestantismo, iniciado desde el Siglo XVI antes de Cristo? (para no mencionar a las Sectas, como los “Testigos de Jehová”, principalmente), o la diferencia con los actuales modos de pensar y de expresar una serie de ideas que van en contra de nuestra moral y el acontecer cristiano.
En nuestra época actual, súper individual y tan inclinada únicamente al materialismo, se tiene la tendencia a, por un lado, negar la existencia de Dios y, por otro lado, tratar de darnos a entender que el ser humano solamente está compuesto de un cuerpo. ¿Ejemplos? Hay muchos, pero podemos mencionar apenas unos cuantos. La “sacrosanta” libertad que sin responsabilidad – en palabras del Papa Emérito Benedicto XVI – es un simple libertinaje. Otro ejemplo más: “el derecho de algunas mujeres para disponer su propio cuerpo, tratando de justificar con ello lo que no es justificable, el aborto inducido (o provocado). De momento, un ejemplo más: la “ideología del género”, donde se nos quiere hacer creer que existen más “géneros” (sexos), no solamente hombre o mujer.
En fin, como siempre, el tema es muy extenso y de momento no hay para más.
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