El beato Juan Huguet y otros 4235 sacerdotes mártires del siglo XX en España
Ediciones Encuentro, en colaboración con el Instituto de Estudios Históricos CEU, está publicando desde hace años la colección Mártires del siglo XX, bajo la dirección de monseñor Juan Antonio Martínez Camino. En esta colección hay una serie Minor, en la que aparecen santos o beatos, con sus rasgos personales más característicos, que fueron mártires en lugares tan diversos como Armenia, Rusia, México, España, Alemania, Polonia, Croacia, Albania o Vietnam.
A la citada colección pertenece el libro escrito por el sacerdote Feliciano Gutiérrez Rodríguez, El beato Juan Huguet y otros 4235 sacerdotes mártires del siglo XX en España, (Ed. Encuentro). Un libro muy apropiado de cara al 6 de noviembre, conmemoración litúrgica de los mártires del siglo XX en la España de la década de 1930. Fue una época de un odio a lo religioso, que buscó la marginación y eliminación de la Iglesia católica, y desembocó en la muerte de unas 10000 personas, laicos, sacerdotes y religiosos. Casi la mitad de las víctimas fueron sacerdotes diocesanos, y de hecho en las páginas finales del libro aparecen una lista de nombres y una relación de lugares, acompañadas de mapas, en los que se produjeron los martirios. Una de las mayores riquezas de la Iglesia, según recordaba san Juan Pablo II en Tertio Millennio Adveniente, son sus mártires. Pero el recuerdo de los mártires no esconde otra intencionalidad que la de resaltar la verdad, el perdón y el amor. Todos ellos murieron perdonando y sin odio. El autor ha seleccionado a tres sacerdotes que murieron mártires. Dos de ellos han sido beatificados y el otro está en camino de serlo.
Pedro Marqués reconoció tiempo después que llevaba sobre su conciencia esta muerte causada en un arrebato de ira.
Dio dos tiros en la cabeza por negarse a escupir sobre un crucifijo.
El primero es un sacerdote menorquín, Juan Huguet (1913-1936), un hijo de campesinos que llegó al seminario de Ciudadela, donde sus compañeros recordaron su amabilidad, sonrisa y afán de servicio. Su peregrinación a Roma con ocasión del Año Santo extraordinario de 1929, en la que pasó por el Coliseo y rezó junto a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, le sirvió para rememorar el ejemplo de los primeros cristianos que padecieron martirio, y también quedó removido por el testimonio de los mártires cristeros de México, pues cinco seminaristas de ese país fueron al seminario de Ciudadela. Finalmente, el 6 de junio de 1936 Juan Huguet fue ordenado sacerdote en Barcelona, pero murió mártir el 24 de julio siguiente. La persecución religiosa, que siguió al inicio de la guerra civil, fue acompañada de robos y toda clase de desmanes, y la primera víctima del clero fue Juan Huguet, al que un brigada de infantería de marinería, Pedro Marqués, que asumió toda autoridad civil y militar en Menorca, dio dos tiros en la cabeza por negarse a escupir sobre un crucifijo. Pedro Marqués reconoció tiempo después que llevaba sobre su conciencia esta muerte causada en un arrebato de ira. Al término de la contienda, fue condenado y sentenciado a muerte por un tribunal militar, pero antes se arrepintió y volvió a su fe de niño. Juan Huguet atrajo con su ejemplo y perdón a su asesino.
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El libro contiene un estremecedor relato sobre un sacerdote escarnecido y atado a un árbol, que tuvo una muerte horrible al ser “lidiado” como si se tratara de una res.
Enrique Boix Lliso (1900-1937)
El segundo sacerdote es un valenciano, Enrique Boix Lliso (1900-1937), un clérigo con especial ascendencia sobre los jóvenes de pueblos de su provincia como Llombai, Algemesí y Alzira. Todavía no ha sido beatificado y las circunstancias de su martirio permanecieron silenciadas durante mucho tiempo, hasta que hace algunos años se conocieron los testimonios de testigos oculares, que no quisieron abandonar este mundo sin dar a conocer lo que sucedió. El libro contiene un estremecedor relato sobre un sacerdote escarnecido y atado a un árbol, que tuvo una muerte horrible al ser “lidiado” como si se tratara de una res.
El tercer mártir es el sacerdote asturiano Lázaro San Martín Camino (1872-1936), párroco en cuatro pueblos del occidente de Asturias durante más de 40 años. Su labor social y caritativa ha sido reconocida muchos años después al dar su nombre a la plaza de la iglesia del pueblo de Piloña, su último destino eclesiástico. Fue fusilado en la playa de san Lorenzo de Gijón el 14 de agosto de 1936, y es uno de los 129 sacerdotes mártires de la diócesis de Oviedo.
Más allá de los detalles concretos, este pequeño libro es un recordatorio de como los mártires del siglo XX, en palabras de monseñor Martínez Camino, son “testigos admirables de la causa del Dios de la misericordia y del perdón en el siglo más carente de piedad y más violento de la historia”.
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